Terminaba 1939 cuando Sáenz Peña inauguraba una estación de trenes para que perviviera a través de los tiempos.
Un edificio que, sin dudas, se convirtió en 8 décadas de vida en el ADN termal. La cuna de sueños de un pueblo, hoy convertido en una moderna ciudad de servicios, que paralelo a la huella de acero del ferrocarril vivió etapas inolvidables y otras poco memorables.
La puesta en valor edilicio de la estación, convertida desde hace unos cuantos años, en Monumento Histórico Nacional significó para la ciudad volver a contar con tal vez el más icónico edificio en condiciones óptimas, gracias a la intervención del municipio y la Comisión Nacional de Monumentos Históricos.
Cultura presentó una recreación colectiva que convocó a 300 actores caracterizados de época.
Un descenso del tren que recordó aquellos tiempos en que Sáenz Peña era un emporio algodonero, poblada de cosecheros, colonos, carpidores y hacheros. Tierra de promisión para inmigrantes, pueblo a evangelizar y cuidar de su salud. Oportunidad para comerciantes y para artistas de variedades. Sáenz Peña la de los maestros inolvidables, la del impulso de sus colectividades y, sobretodo, Sáenz Peña profundamente amada.
Cultura puso en escena un símbolo de época, un orgullo para los tiempos. Buscó en el pasado para mostrarlo en el presente y dejarlo para el futuro.
